viernes, 27 de mayo de 2011

RECORDANDO A ERNESTO SÁBATO

Ernesto Sábato nació el 24 de junio de 1911 en la ciudad de Rojas, Provincia de Buenos Aires, Argentina. Sus padres fueron inmigrantes, de origen italiano. En 1938 obtuvo el Doctorado en Física en la Universidad Nacional de La Plata. Se le otorgó una beca para realizar investigaciones. Sin embargo, expresó su descontento.

"En el Laboratorio Curie, en una de las más altas metas a las que podía aspirar un físico, me encontré vacío de sentido. Golpeado por el descreimiento, seguí avanzando por una fuerte inercia que mi alma rechazaba".

En 1943, debido a una crisis existencial, decidió alejarse de forma definitiva del área científica para dedicarse de lleno a la literatura y la pintura.
En 1945 publicó su primer libro, Uno y el universo, una serie de artículos filosóficos en los que crítica la aparente neutralidad moral de la ciencia y alerta sobre los procesos de deshumanización en las sociedades tecnológicas. Ese mismo año recibió, por el libro, la faja de honor de la Sociedad Argentina de Escritores.

En 1948, publicó en la revista Sur, "El túnel", novela de carácter psicológico. Presenta en el personaje de María Iribarne la comprensión de la totalidad y el absoluto a la vez que las zonas ocultas de misterio que impulsarán a Juan Pablo Castel a asesinarla. El pintor, al dar forma a su obsesión interna, debe renunciar a cualquier otra opción, en un proceso que centrará el análisis de las motivaciones que uno tendría en un crimen.

En 1955 fue nombrado participante de la revista Mundo Argentino por el gobierno de facto impuesto por la Revolución Libertadora, cargo al que renunció al año siguiente por haber denunciado la aplicación de torturas. Ese mismo año presentó El otro rostro del peronismo: Carta abierta a Mario Amadeo, en donde, sin abdicar de sus antipatías hacia la figura del ex presidente Juan Domingo Perón, efectúa la defensa de Evita y sus seguidores; posición que le creó numerosas críticas de los sectores intelectuales argentinos, que eran mayoritariamente opositores al gobierno derrocado.

En 1958, durante la presidencia de Arturo Frondizi, Sabato fue designado Director de Relaciones Culturales en el Ministerio de Relaciones Exteriores; puesto al que también renunció al año siguiente por discrepancias con el gobierno.

En 1961 publicó Sobre héroes y tumbas, que ha sido considerada como una de las mejores novelas argentinas del siglo XX. Se trata de una novela que narra la historia de una familia aristocrática argentina en decadencia, relacionada con la muerte del General Juan Lavalle, héroe de la Independencia.

Su siguiente novela, Abaddón el exterminador se publicó en 1974; en el cual Sabato se incluye a sí mismo como personaje principal y retoma a algunos de los personajes ya aparecidos en Sobre héroes y tumbas. En aquel año recibió el Gran Premio de la Sociedad Argentina de Escritores. En 1975, Sabato obtuvo el premio de Consagración Nacional de la Argentina.

En 1976, se le concedió el premio a la Mejor Novela Extranjera en París, Francia, por Abaddón el exterminador, mientras que en Italia recibió el premio Medici. Al año siguiente, en 1978, le otorgaron la Gran Cruz al mérito civil en España. En 1979 fue distinguido en Francia como Comandante de la Legión de Honor.


Por solicitud del presidente Raúl Alfonsín, participó entre los años de 1983 y 1984 de la CONADEP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), cuya investigación, basada en libro Nunca Más, fue importante para el juicio a las juntas militares de la dictadura militar en 1985. En 1984 recibió el Premio Miguel de Cervantes, máximo galardón literario concedido a los escritores de habla hispana.
En su juventud, Sabato fue un activista del Partido Comunista. Fue caracterizado por sus críticas a Perón.

“El desconocido coronel Perón, cuya estrella empezaba a levantarse sobre el horizonte vio claro que había llegado para el país la era de las masas. Y tanto su aprendizaje en Italia, su natural tendencia al fascismo, su infalible olfato para la demagogia, su idoneidad para intuir y despertar las peores pasiones de la multitud, su propia experiencia de resentido social -hijo natural como era- y por lo tanto su comprensión y valoración del resentimiento como resorte primordial de un gran movimiento de masas, y finalmente su absoluta falta de escrúpulos; todo lo capacitaba para convertirse no solamente en el jefe de las multitudes argentinas sino también en su explotador.”

Realizado por Santiago Perramón 4 “B”

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